martes, 15 de noviembre de 2016

UNA DEIDAD MARINA: DAKUWANGA

 

¿Has soñado anoche? ¿Qué has soñado? ¿Lo recuerdas? No puedes, ¿verdad?… Sólo te queda el regusto de que era algo… algo… ¿Cómo fue? ¿Vertiginoso? ¿Terrible? ¿O acaso placentero? Una sinrazón, probablemente... El caso es que se desvaneció de tu memoria, apenas se hizo la mañana. ¿Me equivoco?

Si al apenas abrir los ojos meditamos sobre el reciente sueño, tal vez las neuronas adecuadas se encargen de guardarnos un recuerdo… pero no, no es igual. Y a la postre también se olvida.

Hace años, cuando tenía el hábito de escribir novelas y relatos, era capaz de levantarme de la cama en mitad de la noche, escribir los retazos de un sueño aún vivo, y, sólo después, acostarme de nuevo. Ahora, qué demonios, me da pereza, tanto sentarme a tejer historias, como salir de la cama en pleno frío invierno.

Sin embargo anoche un leviatán me agitó en pesadillas; y lo pasé mal, pues no fui capaz de adivinar que sólo era un sueño. Creo que me visitó el propio Dakuwanga.

En la Polinesia, en las islas Fiji, se narra la leyenda de Dakuwanga, el dios tiburón, mitad hombre mitad escualo, quién se erige protector de los pescadores de la isla, ante los peligros del mar, y de las criaturas que lo habitan.

Pero aclaremos que tal protección no es bondad, sino el tributo por una derrota.

Cuentan los antiguos, que en Kadavu, la tierra situada al sur de la isla Fiji, de las aguas surgió el dios-tiburón, con la intención de tomar la isla y avasallar a sus habitantes. ¡Dakuwanga! erguido sobre las olas, caminando sobre unas musculadas piernas; mostrando su escamado torso de escualo.

 

Fue entonces que los habitantes, aterrados, elevaron plegarias a sus dioses benefactores, quienes en respuesta enviaron a un colosal pulpo, para que se opusiera al mitad humano mitad tiburón. La batalla fue atroz. Con la lucha, los vientos tornaron en huracán, la tierra tembló y se quebró. Y el mar, se levantó en olas gigantes que arrasaron la isla hasta no dejar nada indemne. Más, finalmente, Dakuwanga fue sometido por los poderosos tentáculos de su adversario. Y así fue como el mitad fijiano mitad escualo, fue sometido y forzado a proteger por siempre al pueblo de Kadavu, a sus navegantes y buceadores.

Hoy, unas monedas conmemoran el mito

 

Despertar… despertar es como emerger, tras bucear largo tiempo bajo el agua de un mar transparente…

 


<<Hay un cielo infinito. Hay un universo entero, continente de un sinnúmero de espirales constelaciones, cada una de las cuales está confor­mada por miles, por millones de estrellas. Una estrella es un sol; a su alrededor gira un mundo. Bajo ese sol, en ese mundo, hay un mar, hay un continente; en ese continente un país, en ese país una región, en esa región un valle que acaba en una pared acantilada que se precipita hacia el mar, en el fondo del valle un pueblo, en cuyas afueras se alza una casa al borde del acantilado; hay un ventanal, y allí un hombre... en pie, contemplando la inmensidad del cielo y del universo... soy yo, insignificancia dentro del infinito. En mi mano yace una gota del rocío de la madrugada; gota de agua: un universo de moléculas, sistemas atómicos alrededor de los cuales giran electrones. Otra inmensidad dentro de la inmensidad. Insignificante en mi mano, como mí ser lo es en el inconmensurable cielo que nos alberga>>.

   Desperté de mi sueño cósmico abrazado a ella, trenzándola por la espalda. Aún era de noche. Hundí mi cara en su pelo e intenté recuperar la ensoñación. Pero se había ido, ya no recordaba... estrellas en el cielo... moléculas de agua; el mar, que no era azul, quizás porque era de noche.
           
   Hice por levantarme sin despertarla, pero mi brazo estaba aprisionado bajo su cuerpo.

   Cerré de nuevo los ojos, y caí en un estado de duermevela.

   <<Y la mente humana: qué basto universo sin aún apenas desentrañar. Qué infinita puede ser la extensión de un pensamiento; voluminosa magnitud la de los sen­timientos; pequeñez asombrosa la de los recuerdos: tan pequeños todos, que no ocupan volumen en el espacio, sino en el tiempo. El tiempo, que lo definimos a través del movimiento de los objetos, debería también medirse en función de la velocidad del pensamiento. Un segundo es la velocidad con la que pienso mi nombre; una eternidad: la duración del sufrimiento; un instante... (Daniel)... un instante es... (Daniel)...>>

   La luz del amanecer me hizo daño al abrir los ojos, justo cuando me encontré con los suyos, azules, azules como el agua, recostados junto a mí.

   -. Un instante, es el discurrir de una vida cuando nos damos cuenta se nos escapa – susurré, al abrirlos lentamente.

   -. ¿Cómo? – Cerró los suyos y sonrió. – Daniel, tengo que marcharme.

   Nos vestimos en silencio, sin mirarnos siquiera. Qué clase de pecado habíamos cometido que, avergonzados, ni mirarnos podíamos. Cuando con un beso se despidió de mí en la puerta, me dijo: – No nos volveremos a ver, lo sabes, ¿verdad? – Asentí con la cabeza, pues de haber hablado habría cedido a decir cualquier inconveniencia, como que yo sí deseaba volver a verla (aunque tampoco estaba seguro de que eso fuera cierto).

   Una vez se marchó, preparé café y me di una ducha larga, muy larga, permitiendo que el agua castigara mi cara.

 

Vamos con las canciones.

1.       TINY FIREFLIES – MELODY

 
 Puedes escucha Melody en este link:

Sabes… Lo cierto es que habría de estar feliz como unas castañuelas. Pero no. Allí permanecía yo, impasible, sentado en la terminal cuatro del aeropuerto de Barajas, mirando el plateado avión que debería llevarnos a Austria, a una guapa chica y a mí, para presenciar uno de los conciertos que más me apetecía: el de Burt Bacharach, en la Ópera de Viena. Así que ahí estaba yo; cariacontecido. <<Tampoco es obligatorio mostrarse permanentemente contento>>, me excusaba, aunque la sociedad en que vivimos así nos lo demande. Dime, si no, todos esos rostros de Facebook o Whatsapp que nos insinúan: “Hey! mira qué feliz soy; mira que contento”. Patrañas. En ese momento no me apetecía sonreír, y estaba en todo mi derecho. Fue Oscar Wilde, creo, quien decía eso de que la melancolía es el placer por estar triste. Tal vez. O tal vez no. Pero el caso es que yo estaba de morros.

Entonces, tomé el i-pod, y me puse el último disco de Tiny Fireflies, titulado The Space Between. Y en cuanto sonó su cuarta canción, Melody, no sé cómo, de qué manera, pero me sentí fenomenal. Y lo mejor de todo es que esa renacida actitud positiva me acompañó en los días postreros.

Por cierto, tras el concierto, tras pasear por una nocturna y tibia Viena de finales de junio, en la terraza del hotel me encontré con el mismísimo Burt Bacharach. Pero eso ya es otra historia.
 
2.       FIREFLIES – CHERRY BLOSSOM GIRL

 
 Puedes escuchar Cherry Blossom Girl en este link:

Tal fue mi enganchón con Tiny Fireflies este último verano, que, en serio, agoté su discografía. Y ávido de más, sólo entonces, comencé a indagar por sus componentes en solitario: Kristine Capua y Lisle Mitnek.  Resultó que una tenía un grupo llamado Tiny Microphone; y el otro editaba su música como… Fireflies.

Y es que precisamente es en Fireflies donde se adivina el sonido del grupo actual. Además, el álbum Autumm Almanac es muy agradable de escuchar. Mas en Bandcamp también hallé un single donde se versiona la canción de Air, Cherry Blossom Girl, tan etérea y hermosa como la original.

Volaba la semana pasada hacia Londres, en esa ocasión para ver a mi otro ídolo, a Brian Wilson, en el Royal Albert Hall, y esta canción sonaba en mis oídos, presagiando los buenos momentos que estaban por llegar.

3.       LA CASA AZUL – TODAS TUS AMIGAS

 
Puedes escuchar Todas Tus Amigas en este link:

Vaya. He de reconocer que cuando me topé con este grupo en Elefant Records, no le presté ni la más mínima atención.

Y sólo cuando mi amigo Peter me propuso escuchar Todas Tus Amigas, mientras tomábamos unas cervezas junto a la piscina, me percaté de que algo se me había escapado. ¡La canción es magnífica! me dije por bajo. Los pies se me movían al son, y la letra se mostraba corrosivamente inspirada.

“… las demás planean por el aire, se sostienen a un milímetro del suelo”.

La constatación de mi inicial error, fue que a cualquiera que pusiera a escuchar Todas Tus Amigas, sea en mi coche o fuera en una reunión en mi casa, de inmediato me decían cuánto les gustaba.

Así pues, hube de plegar velas, y, como acto de contrición, hela aquí.
 
4.       THE HEAVY BLINKERS – THE NIGHT AND I ARE STILL SO YOUNG

 
Puedes escuchar The Night And I Are Still So Young en este link:

Éste, es sin duda el mejor disco con que me he topado en lo que va de año, sí señor. Y no sólo la canción, sino el álbum entero, que por ende lleva el mismo título.

Es curioso. A lo largo de mis días, los mejores discos no me han atrapado a la primera escucha, sino que cuanto más los ponía más me gustaban. Y me he dado cuenta de que, muchos de ellos, resulta carecen de melodías explícitas, pues no las puedes tararear o silbar de inmediato. Es algo más sutil. Sonidos elaborados y melodías subyacentes. A cada escucha, descubres un detalle, un contrapunto, un instrumento.

Aseguro no hay una canción en todo este álbum que desmerezca al conjunto. Estamos en otoño, y el disco ya me lo he pedido para reyes, (a pesar de no haber sido muy bueno… no).

Os recomiendo escucharlo con atención, con auriculares. No pretendo marcar paralelismos con otros grupos, pues estoy convencido de que poseen identidad propia. Pudiera hablar de Brian Wilson, de The Mammas & The Pappas, o de Free Design,.. Mmmmh.... Prefiero considerarlos en si mismos.

Lógicamente, al poco me volqué en sus otros tres discos…. ¡Y qué chasco!. No, no es lo mismo. Los dos anteriores son otra cosa, más simplona; y el que le continuó, me resultó inane. Mi impresión es que este disco, The Night And I Are Still So Young, fue un momento de lucidez. Así lo entiendo, como pudo serlo otrora el mismísimo Pet Sounds (salvando las distancias, claro).

5.       THE SCHOOL – THE SUMMER IS HERE

 
Puedes escuchar The Summer Is Here en este link:

El verano es lo que tiene: invita a canciones animadas. Y el título lo resume todo.

Ahora, por el contrario, ahora que el otoño septentrional ha llegado, con sus nubes, los fríos y el viento, tiendo más a abrigarme con la cálida voz de Rumer. ¿Que quién es Rumer…?


6.       RUMER – TRAVELLING BOY

Puedes escuchar Travelling Boy en este link:


Sarah Joyce, conocida artísticamente como Rumer, es la reencarnación de la voz de Karen Carpenter. Esta chica de vida turbulenta, nació en Pakistán, pasó su adolescencia en una comuna hippy de Inglaterra, y ahora es mundialmente reconocida por su fantástica voz. En su bagaje pesan cuatro discos extraordinarios, y un quinto que está a punto de salir este noviembre, dedicado en exclusiva al songbook de Burt Bacharach.

Sus álbumes, hasta ahora, son un compendio de títulos propios y de versiones, a cual mejor. En este post, destaco Travelling Boy, aquella canción de Paul Williams y de Roger Nichols de la que se valió Art Garfunkel para abrir su primer disco en solitario, allá por 1973. Rumer logra mejorar con creces una canción, que ya en su versión original valía la compra del disco.

Cuando la escuchas Tavelling Boy, demonios..., no puedes por menos que sentir que Karen ha vuelto.
 
7.       THIEVERY CORPORATION – BATEAU ROUGE


Puedes escuchar Bateau Rouge en este link:

Thievery Corporatin es grupo de música “downtempo”; en otras palabras, de sonidos electrónicos con ritmos lentos… justo, al compás de los latidos de un corazón relajado… 40…50…BPM…

Por ese motivo es habitual que escuche a Thievery Corporation cuando por las mañanas nado, incesante, una largo tras otro durante toda una hora… bummm, bum, bum… bummmmm… bum, bum... me relaja; y acompaño el ritmo de mis brazadas al de la música bajo el agua.

Sin embargo, en su último disco, Saudade, han mirado hacia Brasil, dentro de su downtempo, resultando un disco sumamente atractivo.

Otra peculiaridad es que emplea distintas vocalistas en diferentes idiomas: en inglés, ahora en francés, esa en español, otra en italiano, portugués brasileiro… Bateau Rouge, la barcaza roja, se bambolea en unas aguas calmas, bañadas por el sol. Una preciosa canción.
  
8.       AIR – HEAVEN’S LIGHT


Puedes escuchar Heaven’s Light en este link:

Lejos ya esa maravilla de álbum que fue Moon Safari en 1998, que dio pie a todo un género musical, el grupo francés Air entró en una deriva por encontrar nuevos sonidos sin llegar a repetirse. Sin embargo, tal búsqueda resultó un tanto infructuosa, lo que les ha llevado un conjunto de discos sosos que no van a ninguna parte.

En el 2009 editaron Love 2, donde tornaron a sus orígenes, y nos dejaron una perla blanca y redonda, titulada Heaven’s Light.

Aún los espero.

9.       COOPER – NEW LIFE


Puedes escuchar New Life  en este link:

¡Pedazo de versión que se han grabado los de Cooper!

Esta banda ha tomado el que fuera primer single de Depeche Mode en 1981, y se ha marcado un powercover guitarrero que es la bomba.

Válido para animar cualquier fiesta que vaya decayendo. No dejar al alcance de los niños. En caso de duda, consulte a su farmacéutico.
  
10.   HOT ROD LINKUN – GIRL DON’T TELL ME

 
Puedes escuchar Girl Don’t Tell Me en este link:

Y ya que estamos con reinterpretaciones, vamos con un homenaje a los Ramones, y con una versión, nada menos, que del Girl Don’t Tell Me de los Beach Boys.

La original pertenece al Summer Days (And Summer Nights!) de 1965. Precisamente, estos días andaba escuchado el track instrumental de esta canción, y resulta que… Bueno, mejor eso para otro día.

 
                  “Ramonalisa”
 
Quién no ha soñado. Un sueño es, en la mayoría de las ocasiones, un encantador absurdo. El problema radica en que lo de "encantador"... es sólo para los primeros instantes del despertar; después no nos queda ni el "absurdo", pues ensegui­da olvidamos, a medida que somos conscientes del nuevo día.


LA MUJER DEL CUADRO

Jean-Marc enamorado;  Jean-Marc embelesado.

Allí, de pie, en la sala de exposiciones, hacía quince minutos que Jean-Marc contemplaba la figura desnuda de una mujer. Quince minutos que fueron suficientes para recorrer con la mirada cada centímetro de aquella piel olea. Aprehender cada matiz, cada rasgo, cada forma, de aquel cuerpo hermoso. Su rostro, y el perfil de su boca, la inquietud de sus ojos. Jean-Marc se había enamorado de la mujer de un cuadro.

En dos ocasionas alguien se situó a su lado, impertinente, con la intención de también observar  la obra. Y Jean-Marc, lejos de sentirse turbado porque le descubrieran analizando aquel cuerpo desnudo, lo que sintió fue un súbito ataque de celos; al punto de incomodar con su actitud a cualquiera que se acercara.

El lienzo, erótico, nunca obsceno, mostraba a una mujer recostada entre unas sabanas de aspecto suave y color satén. Capturada desde una perspectiva aérea, daba a pensar que el pintor la hubiese retratado mientras permanecía levitando sobre ella, para así plasmar aquella melena clara repartida por la almohada, retratar el pecho descolgado hacia la vera, la descuidada pierna inclinada, (como si la mujer tratara ocultar su pubis en un gesto de instintiva vergüenza), mientras que uno de sus brazos desliza tras la cabeza, y el otro apenas roza el pezón de su otro seno. A todo ello, sus ojos, de un verde esmeralda intenso, se clavan en el espectador del lienzo como único ardid para evitar la inspección de su cuerpo expuesto.

A Jean-Marc le asaltó una idea. ¿Quién es ella? ¿Quién la hermosa desnuda del retrato? Le embargó una nueva oleada de celos, no ya porque se acercase otro admirador al retrato, sino angustia a causa del artista; por ser éste testigo de aquel cuerpo venerable. Buscó un nombre en la firma, pero nada pudo colegir del trazo sesgado.

Peor aún. Y si ella no existiera. Y si ella sólo fuera el fruto de la imaginación del autor… Ella, ¡nada más que aquel retrato!

<<Lo siento mucho, caballero, -- le respondió con cortesía el galerista, -- pero ninguna obra está en venta. Forma parte de una retrospectiva que muestra…>> Jean-Marc no hubiese dudado en pagar cuanto le pidieran por hacer suyo ese lienzo,  pues deseaba defenderla de cualquier mirada que la escrutara.

Jean-Marc no era amante del arte, sino de las mujeres. Y si se hallaba en aquella exposición era por un hecho tan circunstancial como que llovía. Sobre París, llovía. Sentía una completa indiferencia por la colección o el artista. Amaba a la mujer del cuadro, exclusivamente. Entonces se acerco junto a ella y la susurró: <<Quieres venir conmigo.>>  Así fue como, no sin dificultad, descolgó el cuadro y se dirigió hacia la salida con ella en vilo.

Oyó el gritito exasperado del galerista. Otra voz le imperó que se detuviera. Pero él raptaba a su amada, para que nunca más tuviera que exhibirse ante los ojos de desconocidos. Sería suya, sólo para él... Por un instante reconsideró su acción, y la palabra locura reverberó en su conciencia. Pero bien sabía que amar siempre se ha calificado como un auténtico desvarío, y él se hallaba seducido por la humedad de sus labios, por la ternura de su mirada, la redondez de sus pechos… Tropezó…

El guarda, en un intento por detener su huída, al cruzar la puerta, le agarró; él se liberó; aunque un postrero golpe en su espalda le hizo trastabillar. Entonces, lentamente, como si la vida transcurriera en un mundo gris y viscoso, Jean-Marc perdió el equilibrio y se precipitó (como a cámara lenta) sobre la acera. Mientras, ella, el cuadro, bajo la lluvia, muy despacio, volaba. Así fue como, impotente, Jean-Marc, sangrando por la frente, desde el suelo, llegó a contemplar como el retrato de su amada caía sin remedio sobre un sucio charco del asfalto parisino.

Jean-Marc emitió un lastimero gemido cuando la rueda de un vehículo…


 


*

   Danel apura los últimos sorbos de su whisky mientras deja que los folios ardan parsimoniosos en el cuenco de la chimenea. Quema todo cuanto escribe, junto al ventanal que da al acantilado. Después regresa a su cama.

*

 


¡No! Nooooo-o…

Jean-Marc se halla sentado sobre la cama, y llora, porque ha perdido a su amada.

Ha sido una incorporación brusca, espantado por el crujir del marco, el hogar de su amor desnudo. Y una vez más susurra su no, a sabiendas de que ya jamás volverá a verla, pues partió lejos de él, adherida a la rueda trasera de un camión. Jean-Marc vislumbra la última mirada de ella antes de que el lienzo se perdiera para siempre.

¿Pero qué es esto? Santo cielo. Jean-Marc está en la cama. Y poco a poco se percata de la irrealidad de su fantasía.

Y hay más. Jean-Marc es un anciano. Está sentado en la cama, sofocado, pretendiendo aún recuperar el rostro de la mujer soñada. Rememorar su cuerpo, sus pechos, esas caderas… Es ahí que Jean-Marc se sonríe cuando se percata de que todo lo acontecido no ha sido más que un apasionado y erótico cuento onírico.

Lo sensato, se dice Jean-Marc, es dormir de nuevo.

Es entonces que Jean-Marc, antes de arroparse de nuevo, se gira y posa un tierno beso en la mejilla de la mujer que duerme a su lado… que en realidad es ella, la mujer del lienzo, si bien por ese cuerpo tampoco el tiempo olvidó dejar su huella. Ella duerme de costado, con las piernas ligeramente recogidas. Y no está desnuda, sino que lleva un camisón color crema, a juego con su pelo rubicano. Sin embargo, a Jean-Marc se le insinúa igual de hermosa que en el sueño, porque ella es la mujer del cuadro. Buenas noches, amor mío, susurra. Luego la coge de la mano, y al poco, se duerme.